La mentira continuada en política se hace necesaria cuando los gobernantes no tienen la capacidad de enfrentarse a los problemas reales de la sociedad, o cuando sus intereses personales o de partido se anteponen al bien común. La mentira se convierte entonces en una herramienta para manipular la opinión pública, para ocultar la corrupción, para desviar la atención de los asuntos importantes, o para justificar decisiones injustas o ilegítimas. La mentira continuada en política tiene graves consecuencias para la democracia, pues erosiona la confianza de los ciudadanos en las instituciones, dificulta el control y la rendición de cuentas, y genera un clima de desinformación y polarización. La mentira continuada en política es una amenaza para los valores y los derechos fundamentales que sustentan el Estado de derecho, y que deberían ser defendidos por todos los actores políticos con responsabilidad y honestidad.